El agua caliente iba cayendo sobre mi cabeza, deslizandose sobre mi oscura cabellera, hasta llegar a la última punta, más abajo de mi cintura. Mientras el agua cubría mis oidos del ruido, fue trasladando mi espiritu hacia un placentero paraiso natural. Estuve escuchando el cantar de unas dulces aves, hasta pude apreciar los árboles al rededor del rio. Luego, empecé a meditar.
Le habia dado el rostro a la cascada, mas mis ojos permanecieron cerrados. Mis manos acariciaban mi cuello, cada vez que terminaban de secar mis pestañas. De repente, el roce de unas yemas sobre mi cadera, me trajeron de vuelta. Será posible?
Él se aproximó a mi espalda; fue cuando activó mis sensores. Mi cuerpo canela respondió a su petición: darle órdenes al restro del equipo. inclinando mi espina dorsal hacia delante, mis ansiosas manos alcanzaron la pared con cerámicas anaranjadas. Ahora, el agua recorría mi espalda, mientras que mis afeitadas piernas le daban la cordial bienvenida a su amo.
Sin mascaras ni labial; sin perfume ni joyas preciosas, con mi piel como única ropa, mi alma se desnudaba ante su profunda mirada.
Su presencia me intimidaba, y mi carne lo exclamaba. Me trajo hacia él, empujandome hacia atrás, y como tornillo a su hoyo, quedó perfectamente ajustado a mí, o yo a él.
El vapor le quedaba corto al calor provocado por el va-y-ven de nuestros cuerpos. Con su mano derecha sobre mi hueso derecho de mi cadera, tomó el control, y con su izquierda agarró mi cabellera. Tal y como si fuese un experto jinete, domó a su exclusiva yegua. La tina casi llenandose y yo casi vacíandome.
Cerré la ducha. Relajé aun más mi desestresado cuerpo al acostarme en la tina rebosada de agua caliente. Él? Él se fué cuando me vine; cuando me vine a la realidad. Lo había sostenido fuertemente hasta convertirlo en carne y hueso, logrando así lo deseado.
No solo ocurre en Las Vegas. Pues, "lo que pasa en mi ducha, se queda en mi ducha."
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