Lo que ayer me parecía tragedia, hoy me hace cosquillas. No tiene resultado positivo el quedarme pensando en lo que fué mas ya no será. Tampoco en las heridas que causan los terceros, ni en un dolor que siempre será pasajero. Pude ver la luz al final del camino cuando agradecí a Dios por ésta prueba, mantuve mi palabra, y gracias a los verdaderos amigos incondicionales que me rodean.
En la República Dominicana se dice que Dios aprieta pero no ahorca, también agregan que Él no nos da pruebas que no podamos aguantar. Ambas frases son válidas. Durante mi estadía en una relación tóxica, pude aprender y observar ambas caras de la moneda. Sin embargo, aun sabiendo que soy fuerte, los ríos de lágrimas por el dolor, desamor, las traiciones, y manipulaciones, eran de esperarse. No obstante, Dios permitió que todo eso me sucediera por razones que quizás hoy desconozca en parte; pero, si de algo estoy completamente segura, es que fue por mi bien.
Luego de las tantas veces que habló mi ira, cuando exclamaba, "Éste es el final"; entendí que nunca debo prometer cuando estoy en un éxtasis de alegría, mucho menos al sumergirme del dolor y la rabia. Por ende, fue necesario esperar que pasara el efecto "tíbio" para darle cabida al caliente y luego poder pensar con la cabeza fría. Su última jugada fue la gota que dejó vacía mi copa; cuando comprendí que un amor sin respeto, nunca debió ser llamado "Amor" en lo absoluto. Simplemente me dí mi palabra, sin necesidad de jurar en vano.
El tercer punto para dejar atrás aquella relación tóxica, fue el apoyo sin medidas que me dieron mis amigos verdaderos, a los que les llamo "mis amistades matemáticas". En resumen, todas esas personas tan especiales que me suman alegrías, multiplican mis bendiciones, y dividen lo que me resta en mi vida. Gracias a éllos por no tener pelos en la lengua al decirme consejos maduros y concretos; no necesariamente los que yo deseaba inmaduramente escuchar.
Para concluir, debo admitir que no fue nada fácil el proceso. Quizás una persona que no crea en Dios, puede llegar a caer en una severa depresión, y actuar sin sabiduría y con rencor. En los peores de los casos atentan contra su vida, siendo ésta opción la más estúpida ya que "el muerto al hoyo va", mientras que el "culpable" seguirá su vida como si nada ha pasado. En fin, tuve que aceptar la prueba de Dios, valorar mi palabra, y confiar en mis sinceros amigos para que hoy a mucha honrra me sea posible gritar, "Ya me liberé!".
