La Pulga

Un lunes a mitad del mes de noviembre (2008), Doña Casilda (mi suegra), Doña Isabel (su hermana), Angelina (su sobrina) y Yo; fuimos a las tiendas de segunda mano (La Pulga).

(Hubo una vez, que solo las mujeres de cierto nivel social compraban el día anterior a la apertura general de la semana; ya que las vendedoras ponían sus precios más costosos pero estas tenían la oportunidad de elegir los mejores artículos. Al parecer regaron la voz y desde entonces es un caos comprar así; aunque muchas veces vale la pena)

Eran las 5:10pm y aun la dueña de una de estas no había llegado, así que decidimos caminar hacia otra cerca, donde venden las mismas cosas (carteras, cinturones y zapatos) por unos RD $30.00 pesos más. En ésta encontramos unas 9 mujeres esperando afuera a que abrieran.

Cuando su dueña llega, ya había alrededor de 15 mujeres literalmente “matándose” por entrar primero. Eso no nos gusto, así que nos fuimos de nuevo a la tienda que desde un principio íbamos.

Estando allí nos sentamos muy relajadas ya que aun no llegaba la doña; es cuando llega una muchacha que empieza hablar sobre la otra tienda y que ella supuestamente fue porque su madre amaba comprar en esos sitios, y continua diciendo que esta era su segunda vez yendo a este lugar.

Se la pasa hablando del bajo nivel de las compradoras de la tienda anterior y que ella esperará pacientemente tal y como nosotras. Llega la dueña y se fueron acercando más y más mujeres que querían comprar.

Como cerdo al matadero estaban esas mujeres, cada una agarrando las que ellas pensaban que eran las más lindas (“para los gustos: los colores”). Con un solo abanico en un espacio lleno de artículos y apenas cupo para 7 personas cómodamente; esta tienda se vio con unas 25 mujeres (incluyéndonos) tratando de comprar algo que valga la pena.

Volviendo a la muchacha que desde el principio era tan simpática, se volvió igual a las demás compradoras de la tienda aquella; ya que fue la primera en agarrar unos 6 pares de zapatos y 10 carteras (con un costo de RD $90.00 pesos cada una y su valor en una tienda en la ciudad seria de RD $500.00 a RD $1,000.00 pesos).

Duramos 3 horas en ese lugar, y por mi parte sólo compré 2 cinturones para combinarlos con unos vestidos.
“Tú viste esto así hoy… Espera mañana a ver si lo reconoces” le dije a Angelina y ella sólo se rió.

Nos fuimos a la casa y volvemos al día siguiente (martes) bien temprano. El lugar no se parece en nada al de ayer ya que unas “lonas” (mantas grandes impermeables que sirven de techo, por si llueve o cubrirnos de los rayos del sol) los vendedores usan unas tablas con latas debajo para poner las mercancías sobre ellas.

Cientos de clientes observan, compran y escuchan a los vendedores gritar “a 20” otros “a 30” (los precios de sus artículos) y los que no gritan son los que tienen sus mercancías muy costosas, ya que cuando le preguntas el costo suelen decir: “esos tienen distintos precios”.

Caminamos a varios puestos y compre unas ropas para mi madre y una blusa para usar en la tarde; para mí. Vi unas personas conocidas y voltearon su mirada para que yo no los vea, como si tuvieran vergüenza de comprar allí.

La verdad que disfrutamos comprando. Camino a casa las pasamos riendo ya que teníamos que cruzar por el mercado, sus vendedores son muy “confianzudos” y nos dijeron unos piropos tan jocosos que prefiero reservármelos.

Regresamos con las manos llenas, aunque yo no pude elegir casi nada, ya que soy un poco “quisquillosa” (selectiva). Tal vez la próxima vez me vaya mejor.