Antes de salir de mi hogar, noté que Mike llevaba su globo verde que había traído del cumpleaños de su primita Eva (el pasado domingo). Le advierto de la posibilidad, de que éste se le escape de sus manos y se pierda. Me dice que lo pondrá en el canasto del coche de su hermanita, que no me preocupe; y termina añadiendo, que él regresará a casa con el.
Todo marchaba bien, el globo se mantuvo allí. Hasta que al salir del banco, para cruzar la calle hacia otro (a una esquina); notó que su globo se le había "escapado". Le reclamé, y me vuelve a decir, que no me preocupara. Que en dado caso que no regrese, podríamos tomar un helicoptero para buscarlo. "Mejor te compro otro", le contesté. Solo respondió: "it's ok, mommy" (con su dulce voz, transmitiendo paz).
Al terminar de hacer una diligencia para mi padre; Mike se pone contento al ver desde adentro del banco, a través de las ventanas, su globo verde. Me dice: "Mommy look! My balloon came back!". Me sorprendí al verlo, ya que había sido soplado por el viento, una esquina de la cuadra; donde decenas de personas (incluyendo niños), le habían pasado por el lado y lo dejaron volar.
Esperamos la señal del semáforo para cruzar, y era como si su globo estaba. Intacto en la esquina; esperando por su dueño. "I told you mommy! You see? I told you", me decía con felicidad. "Te dije que mi globo iba a regresar a mí".
Si de cada situación o acción, se puede aprender cierta lección; pues hoy aprendí de mi hijo. Con tan sólo 5 años, mantuvo su fe puesta en que su globo regresaría a él. Planeando un plan B, en un remoto caso de que "si acaso" no volviera; pero nunca se rindió.
Regresamos a casa, justo como él me lo dijo.
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